Hay tortugas y tortugas, pero ¿tortugas humanas? Johannes Stötter, un joven artista de origen italiano afincado en Austria, se queda con todos con su última creación digital.

Mirad el vídeo, no hacen falta más de unos segundos para darse cuenta del genial engaño.

En un primer momento vemos a un quelonio nadando en un entorno submarino, sin embargo, de repente, el animal figurado se transmuta en una persona en plan animago y revela su verdadera naturaleza.

La magia del bodypainting está detrás del asunto. El cuerpo de la mujer que podéis ver en las imágenes ha sido decorado para simular el aspecto de una tortuga. Después de ver el vídeo una y otra vez es posible anticipar qué partes del animal se convertirán en un torso con extremidades humanas.

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Ya se sabe, las artes visuales se sirven ilusiones ópticas y trampantojos para impactar y confundir a un espectador que, sin el entrenamiento adecuado, está indefenso ante los delirios creativos del gremio.

Todo está orquestado, en términos compositivos, para que el truco funcione. Al fin y al cabo, el conejo no puede salir de otro lado que no sea la chistera del mago, de modo que la distribución cromática contribuye seriamente a dejarnos con la boca abierta.

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Stötter muestra en todos sus trabajos y performances la misma intención transformadora. Sus obras son un compendio de elementos que mutan todos a la vez para dotar de sentido y mensaje al esfuerzo creativo.

Por otro lado, sus modelos respaldan la treta con ese despertar elegante que te hace quedar en evidencia. ¿Vistéis un loro, un sapo o un zapato stiletto? Pues no, en realidad se trata de una persona plegada.

Imaginaos el trabajo preparatorio que hay detrás. El maquillaje, la postura imposible y la rigurosidad de las instrucciones del director deben hacer de la sesión una experiencia febril.

Johannes también utiliza la música en sus composiciones. Crea una atmósfera trascendente que hace las veces de antesala de la revelación final, aportando mayor teatralidad a la última escena, esa en la que los grandes magos recogen “el prestigio” cosechado a base de misterio.