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Dos pasajeros de un trolebús ruso protagonizan una batalla por dejar una ventana abierta o cerrada, demostrando que no saben resolver un conflicto tan simple de manera cívica
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Dos pasajeros de un trolebús ruso protagonizan una batalla por dejar una ventana abierta o cerrada, demostrando que no saben resolver un conflicto tan simple de manera cívica
11/09/2018
La convivencia es una de los aspectos más complejos de la interacción humana, sobre todo cuando se da entre personas que no se conocen. Los espacios públicos como el transporte son unos de los mejores ejemplos, pues implican sitios cerrados donde es necesario pasar un largo tiempo con desconocidos.
Por eso las normas de convivencia constituyen un marco que apela al respeto, la tolerancia y las obligaciones como ciudadan@s. En el transporte público existen muchas normas obligatorias, como no dañar el vehículo, no distraer al conductor o no comer.
Pero también existen otras normas no escritas que apelan al sentido común, como no hablar alto o no invadir el espacio de los demás. E incluso existen comportamientos que no se incluyen dentro de las normas, pero que mejoran la convivencia: como dar los buenos días al conductor o ceder el asiento a alguien que parece cansado.
En general, tener cuidado de no molestar a los demás y en la medida de lo posible ayudar al prójimo parecen ser los ejes principales de una convivencia exitosa. Sin embargo ¿qué pasa cuando surge un conflicto como el que aparece en el vídeo que encabeza este artículo?
En primer lugar, es importante entender que ambas personas en este vídeo eligieron priorizar sus deseos o necesidades personales por encima de los deseos o las necesidades del otro. Está claro que la convivencia se basa en entender primero cómo nuestras acciones afectan a los demás y actuar intentando causar el mínimo de molestia, algo que quizás cuando el joven no tuvo en cuenta cuando abrió la ventana por primera vez (asumiendo que seguramente tampoco le pregunto a la señora si le importaba).
En este fútil incidente que tuvo lugar en un trolebús en Nizhni Nóvgorod (Rusia) es obvio que el joven quería abrir la ventana porque hace calor, pero la reacción de la mujer pudo estar detonada por dos motivos: la temperatura o el ruido.
En cualquier caso, la mejor solución habría sido que ambos intercambiasen unas palabras sobre porqué necesitan abrir la ventana o mantenerla cerrada y llegar a un acuerdo en el que ambos pasajeros estuvieran mínimamente satisfechos sin afectar a nadie más.
En caso de que no llegasen a un acuerdo, lo más sencillo es que ambos se cambiasen de sitio: la señora hacia la parte del trolebús donde más se concentra el calor del vehículo o donde no hubiese ventanas abiertas, y el chaval cerca de la puerta de salida, por donde entra el aire del exterior cada vez que el vehículo se detiene en una parada.
Pero desde luego, este tipo de batalla silenciosa por ver quién se cansa primero no es la mejor manera de resolver un conflicto. Además, según comentaron el resto de pasajeros, la lucha se alargó durante bastantes minutos, seguramente llegando a incomodar a todos los demás pasajeros del trolebús.
Por eso en estos casos es necesario preguntarse qué vale más: el orgullo egocéntrico o la convivencia colectiva.
Y ustedes ¿cuál creen que es la mejor manera de reaccionar ante dicha situación?
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