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Una luchadora con sorprendente voluntad de vivir que te llenará de ternura.
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Una luchadora con sorprendente voluntad de vivir que te llenará de ternura.
11/05/2018
Ante una brizna de hierba que nace entre el cemento decimos que la vida se abre paso. La perrita Victoria es pequeña, no tanto como una brizna ni un matojillo. Pero es mucho más pequeña de lo que esperaríamos en una Pinscher mini. Y lo es porque alguien cometió una atrocidad con ella y le disparó. La herida que le produjeron tuvo como costo para mantenerla con vida, la amputación de ambas patas traseras. Pero la vida se abre paso y los humanos que la ayudaron decidieron que no debía morir. Victoria, nuestra protagonista, tampoco quería morir, y luchó en vez de dejarse ir. Y lo decimos porque es un hecho demostrado científicamente que hay momentos en que la voluntad puede sentar la base diferencial entre sobreponerse y vivir o caer en una oscura languidez hacia un final quizá evitable.
Pero Victoria -¡qué nombre tan adecuado!- sobrevivió y el ímpetu reinante en su pequeño cuerpo, más pequeño ahora, la motivó a moverse, a decir con sus casi espasmódicos movimientos “aquí estoy”; a colear feliz con su mitad posterior mientras, asombrosamente, se desplaza tan solo con la habilidad de sus miembros anteriores.
Victoria, casi erguida, es uno de esos ejemplos de cánidos que pierden por amputación o sin ella, el control de sus ancas y, afortunadamente, se encuentran con gentes buenas que reconocen la injusticia y la necesidad de ayuda de un pequeño ser con tanto derecho a vivir como cualquiera, y que ponen a su servicio su creatividad, talento o pericia para enseñarles a seguir viviendo aunque sea sujeta a arneses o ruedas que sustituyan a los miembros que necesiten.
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No todos los perros que sufren una desgracia tienen el ligero y pequeño cuerpo de Victoria, o la voluntad de la que hablábamos, o superan el dolor y el trauma. En algunos casos, la ayuda deviene imposible, o el dolor y las secuelas hacen que incluso el profesional más preparado y sensible deba aconsejar optar por el sacrificio. Cualquier generalización es injusta y, en las cuestiones de vida y muerte, debe hilarse muy fino y primar, ante todo, el bienestar del animal.
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Pero, afortunadamente, cada vez más, surgen protectoras y ONGs animales que optan por rehabilitar a animales que han sufrido circunstancias parecidas. Fíjense bien por las calles, por los barrios y parques en los que abundan los humanos que pasean mascotas (o al revés) y verás como se va haciendo común el ver a animales accidentados, dañados por enfermedades comunes a algunas razas, como la dañina displasia que afecta a los cuartos traseros de los pastores alemanes y belgas o -simplemente- envejecidos, que usan algún arnés acoplado que les permite vivir y acompañar a su cuidador “sobre ruedas”. Míralos bien: quieren vivir y son felices.
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