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A veces, los más jóvenes lo explican mejor y sin tabúes: "Todos los colores son de nena o nene. Podemos elegir."
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A veces, los más jóvenes lo explican mejor y sin tabúes: "Todos los colores son de nena o nene. Podemos elegir."
10/01/2019
Uno de los más famosos aforismos o réplicas de Groucho Marx es aquel en que dice:
“Pero si esto es algo muy sencillo. Hasta un niño de cinco años podría entenderlo. ¡Traedme a un niño de cinco años!”
Y a veces nos sentimos sumidos en la misma necesidad que el gran Groucho cuando vemos que aún rigen ciertos añejos, pasados, casi pútridos debates respecto a actitudes y modas sociales.
Lo acontecido con el niño argentino Ian Inglize -quién, efectivamente, tiene cinco años- es uno de esos casos. Pero él dispone de un vídeo para explicarlo.
Los colores de tu vestuario no están indisolublemente ligados a tu género sexual. No está inscrito en piedra en ninguna tabla de mandamientos. Es, muy al contrario, una idea que debe ser fragmentada, aventada y permitir que las cadenas ornamentales se rompan. Al fin y al cabo, son nociones estéticas que sirven de pantalla y coartada a condicionamientos morales y mecanismos heteropatriarcales de control establecido.
El clásico “azul para chicos, rosa para chicas”, que, por desgracia, algunos gobiernos de supuesto nuevo cuño buscan recuperar, es una manera de estabular a parte de la población y de encorsetar las opciones de franjas de la población, en este caso en virtud de los géneros. Y a quién se estabula, ya sabemos para qué lo hacen: para marcarlo como a ganado.
Ian y su madre, Bárbara, estaban haciendo lo que tantas veces hacen los progenitores con sus hijos: ir a comprarles ropa. Y una dependiente, ante la elección de Ian por un pantalón de tono fucsia, le reconvino:
“Eso es para chicas.”
Y procedió a mostrarle la fracción de ropa “destinada” a varones.
Pero se encontró con la réplica del niño de 5 años que Groucho pedía como consejero:
“Los colores son colores. Todos son para nenas y nenes. Podemos escoger el color que queramos.”
Ya hay más de 5 millones de reproducciones del vídeo en el que Ian y su madre lo explican. Una por cada año de su aún corta vida, pero que ya parece tener más claro que muchos veteranos en este planeta que hay verdades que no lo son tanto y que tan solo hay que saber quitarse las anteojeras que otros nos han puesto para poder ser un poquito más libres y un mucho menos convencionales y cómplices con lo establecido.
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