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Esta tierna escena de un bebé hipopótamo aprendiendo a nadar te hará sonreír, pero a la vez detente a pensar, ¿no sería esta criatura mucho más feliz en libertad? ¡Debería estar nadando en su hábitat natural!
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Esta tierna escena de un bebé hipopótamo aprendiendo a nadar te hará sonreír, pero a la vez detente a pensar, ¿no sería esta criatura mucho más feliz en libertad? ¡Debería estar nadando en su hábitat natural!
25/10/2018
Cuando las antiguas civilizaciones se encontraron con un hipopótamo por primera vez, todas tuvieron claro que se parecía a un animal terrestre que conocían, pero que en lugar de vivir en la tierra, vivía en el agua.
Así pues, según lo denominaron según a lo que les recordaba: los antiguos egipcios lo llamaron “cerdo de río”, los árabes lo nombraron “búfalo de agua” y los griegos clásicos lo bautizaron como “caballo de río”, es decir, hipopótamo.
Escultura de fayenza del Imperio Nuevo de Egipto (en torno a 1500–1300 a. C)
Esta confusión es en realidad representativa del hipopótamo, un ser semiacuático que comparte a su manera muchas características fisiológicas con otras especies:
Estos enormes animales -unos 1.500 kg- son fundamentalmente herbívoros y por eso de noche salen a tierra firme para alimentarse durante horas. El resto del tiempo lo suelen pasar a remojo en los ríos, porque su relación con el agua es más bien una necesidad.
Los hipopótamos carecen de glándulas sebáceas y sudoríparas, por lo que su fina piel se deshidrata con rapidez en ambientes secos y además no son capaces de regular su temperatura mediante la sudoración. El agua les proporciona hidratación y les refrigera de las altas temperaturas, pero también les ofrece la suficiente intimidad para copular o dar a luz.
Irónicamente, su enorme y tosco cuerpo no les permite nadar con la agilidad de un animal acuático. Por eso los hipopótamos normalmente se sumergen y avanzar por el agua como pueden. Sus ojos, orejas y orificios nasales están situados en la parte superior de la cabeza para que puedan sumergirse casi en su totalidad.
Cuando se sumergen por completo, sus ojos activan unas membranas que les permiten ver bajo el agua y sus orificios nasales se cierran para no entre agua. Por eso no hay que preocuparse por la cría de hipopótamo que aparece en el vídeo que encabeza este artículo.
La escena tuvo lugar en un zoo americano cuando una mamá hipopótamo trató de enseñarle a su cría a manejarse debajo del agua. Ya que los hipopótamos no pueden realmente nadar, la madre empujaba a su vástago bajo el agua para que se acostumbrase a la sensación y para que aprendiese a aguantar el aire.
Aunque a nosotros nos parezca una manera un poco bruta de enseñar a una cría a moverse por el agua, lo cierto es que la mayoría de animales necesitan un “empujoncito” por parte de sus progenitores para aprender las habilidades necesarias para su supervivencia.
Y ustedes ¿alguna vez han necesitado un empujoncito por parte de sus padres para aprender algo?
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