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En Irán, una mujer es insultada, zarandeada y golpeada por no llevar bien puesto el hijab
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En Irán, una mujer es insultada, zarandeada y golpeada por no llevar bien puesto el hijab
07/08/2018
Irán es una demostración de lo fácil que es perderlo todo en un momento. Incluso para millones de personas. Abundan en las redes sociales fotografías de mujeres iraníes en los años sesenta y setenta; mujeres modernas que estudiaban en universidades, científicas, disfrutando de su vida, practicando deportes, vestidas a la moda occidental,...seres humanos en plenitud de derechos y libertad. Los mismos derechos y libertades que desaparecieron de golpe en 1979 tras la mal llamada "revolución".
Hablamos del Cuento de la Criada como una distopía de ciencia ficción, pero algo muy similar ocurrió en Irán cuando los fundamentalistas se hicieron con el poder y decidieron que la mitad de la población no eran siquiera personas.
Pese a las manifestaciones de millones de mujeres en las calles, gritando en contra de la destrucción de sus derechos, pese a las multitudinarias protestas en contra de la imposición islámica de hijabs, nikabs, chadors o burkas... nada pudo hacerse. El mundo contempló impasible el aplastamiento implacable. Una ignominia que aún continúa.
Los velos islámicos son sólo la punta del iceberg, la parte más visible de una injusticia atroz oculta tras telas, muros y silencio. Una enorme conspiración para someter y cosificar a las mujeres, mantenerlas en un estatus de semiesclavitud y barbarie.
Tras cuarenta años, sin embargo, parece que algunas están encontrando en las redes sociales el altavoz necesario para dar visibilidad a esta situación cuasiolvidada y, cada vez más, se atreven a quitarse el velo, muchas se subes a peanas, muros, fuentes o monumentos y agitan el pañuelo en alto, para que todos las vean, como un desafío inaudito, un acto de valor magnífico...y alguien lo graba, y las imágenes dan la vuelta al mundo y, a su alrededor, otras mujeres lo ven y ese gesto les da valor a su vez para quitarse el pañuelo. Son, los conocidos como #WhiteWednesdays .
Una revolución silenciosa y que , ojalá fuese incruenta. Pero no lo es. Las mujeres son perseguidas, encarceladas, o castigadas a latigazos.
Son muchas las activistas que denuncian a la llamada ‘policía de la moralidad’ , hombres y mujeres que vigilan este tipo de transgresiones y tienen carta blanca, no sólo para denunciar, sino para insultar, agredir y golpear a las mujeres que se atrevan a romper con la obligación de cubrirse. En este vídeo podemos ver cómo la empujan y tiran al suelo pese a que su acompañante les pide que se detengan por tratarse de una mujer con una enfermedad cardíaca.
Es un vídeo del pasado mes de abril en el que una mujer es agredida por otras mujeres en plena calle por no llevar bien colocado el hijab, sólo una muestra de los vídeos que comparte en su cuenta de Instagram la activista Maish Alinejad, una de las responsables de la campaña #MyCameraIsMyWeapon. Maish está sometida a una enorme presión por su liderazgo en esta lucha, amenazada incluso por su propia familia y, por supuesto, por el gobierno de Irán por compartir con el mundo lo que sucede cada día en su país.
Estamos quizá ante uno de esos puntos de inflexión, uno de esos momentos en que se abre una ventana de oportunidad para hacer cambios reales. Las mujeres de Irán ya conocieron el sabor de la libertad y eso las hace peligrosas. Muchas de las que vivieron aquella libertad están ahora cerca de la ancianidad pero les cuentan a sus hijas que otro mundo es posible. Y, una vez más, la comunicación global hace que una situación concreta deje de ser un problema local para convertirse en un desafío de todos. Alzar la voz por la libertad y los derechos de las personas es siempre una causa justa. La forma de vestir es sólo una expresión de ese grito de libertad. Y yo alzaré también un pañuelo, desde mi comodidad occidental, en solidaridad con mis hermanas, como podemos hacer todos, hombres y mujeres como un símbolo que reivindique a los medios de comunicación y a los poderes sociales, culturales y políticos, un compromiso total y visible que ayude al cambio, en Irán y en tantos otros lugares del mundo.
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