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Tras ser rescatada, se acostumbró a ir con su cuidador al gimnasio y empezó a imitar a los humanos escalando la pared
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Tras ser rescatada, se acostumbró a ir con su cuidador al gimnasio y empezó a imitar a los humanos escalando la pared
21/08/2018
Los gatos son algo extraordinario. Sabemos que ven en la oscuridad, que sus largos bigotes son antenas que les permiten percibir todo lo que se mueve a su alrededor, que sus oídos son finísimos y pueden girar ciento ochenta grados para escucharlo todo, que sus suaves patitas llevan ocultas afiladas uñas con sustancias que hacen que las heridas que infligen sean más susceptibles a las infecciones y difíciles de curar, que pueden saltar más de diez veces su propia altura y que su columna vertebral es tan flexible que, junto con la larga cola, pueden hacer cabriolas en el aire que rayan lo imposible. De su carácter se podrían escribir enciclopedias, egoístas, manipuladores, inteligentes, crueles...y adorables. Los amantes de los gatos, los queremos por todo eso y mucho más. Y entendemos porqué varias civilizaciones antiguas los consideraba seres sobrenaturales, desde lo divino a lo diabólico. Todas las leyendas están basadas en retazos de verdad, y los gatos son verdaderamente increíbles.
Dado su afán merodeador y su gusto por las alturas, no es de extrañar que les gusten también las actividades humanas relacionadas, como la escalada. El problema es que el humano puede quedar en evidencia ante la facilidad del felino para trepar y subir. No hay más que ver a este gato especialista en rocódromos.
La pared, pensada para que los aficionados humanos se introduzcan en esta disciplina o simplemente disfruten de un hobby de fin de semana, tiene cuatro metros de altura. Para cualquiera de nosotros, la cosa representa un desafío. Pero no para un felino, aunque sea uno joven, de apenas dos años de edad, que con una facilidad extraordinaria y sin dejarse impresionar por cuatro metros de nada, asciende como si tal cosa.
Su actual cuidador, Mitsuru Goan, residente en Okinawa, lleva a su gatita Lala cada día al rocódromo en el que él también entrena, encantado con este animal de compañía que le regaló el destino cuando la encontró abandonada y decidió rescatarla. El hombre está encantado de ver el talento de Lala y, de algún modo, parece que disfruta incluso más que ella, maravillado por su facilidad trepadora. “Noté por primera vez la habilidad de Lala cuando saltó de una escalera hasta la pared mientras se realizaban las renovaciones”.
Gato escala rocodromo
Aunque las dotes naturales de la gata son evidentes, no deja de extrañar el gusto que le ha cogido al rocódromo. Así que su cuidador especula que lo hace por imitación, al ver a las personas practicando cada día, Lala parece haber asumido que la finalidad de este local es subir esa pared y ella también se apunta. ¡No va a ser un gato menos que un humano! ¡Hasta ahí podíamos llegar!
Es una suerte contemplar esta escena y la perfecta armonía alcanzada entre la gata y su humano rescatador. Cuando ella llegó a sus manos, el abandono había afectado a su salud, tenía un ojo gravemente dañado y los parásitos poblaban su cuerpo. Hoy está en plena forma y campando a sus anchas por el gimnasio. Pero su cuidador también es feliz. ¡Quién sabe cuál de los dos se considera más afortunado!
Gato llega a la cima del rocodromo
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