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La popularidad de estas creaciones virtuales abre un gran debate sobre la influencia de Internet en nuestras vidas
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La popularidad de estas creaciones virtuales abre un gran debate sobre la influencia de Internet en nuestras vidas
13/02/2019
La llegada de Internet ha revolucionado las relaciones entre personas, la comunicación o el acceso a la información.
Cuando utilizamos las redes sociales mostramos una pequeña parte de nuestra persona, creando una imagen basada en una idealización de nuestra personalidad. En otras palabras, sólo mostramos al mundo aquella parte de nosotros que subconscientemente sabemos que será aceptada y reafirmada en el medio socio-digital.
En psicología se llamada “personalidad virtual” a esta proyección de nosotros mismos en las redes sociales u otras plataformas de Internet. El problema comienza cuando preferimos nuestra personalidad online y nos escondemos de nosotros mismos bajo una fracción de realidad virtual.
¿Hasta qué punto preferimos nuestra vida virtual, dejando en segundo plano nuestra realidad física y nuestras interacciones reales?
Nuestras vidas en la red han ganado tanta relevancia que incluso hay personas que viven de sus personalidades virtuales: los influencers.
Quizás estas personas son las que más notan la diferencia entre su vida virtual -donde todo es glamour, felicidad, relaciones sociales interesantes, diversión, etc.- y su vida real -la cual seguramente esté repleta de altibajos como nos pasa a todos-.
El problema reside en no darse cuenta de que la realidad virtual es una fracción muy concreta de la vida de una persona. Si intentamos comparar nuestra vida con la vida virtual de un influencer, parecerá que nuestra realidad física no es lo suficientemente atractiva.
Pero ¿y si las personas que nos encontramos en las redes sociales son sólo virtuales? ¿Y si ni siquiera hay una persona real detrás?
Tal es el caso de @lilmiquela y @shudu.gram, dos modelos creadas virtualmente para Instagram. En el vídeo que abre este artículo se muestra una pequeña recopilación de sus vidas virtuales, es decir, sus únicas vidas.
Con más de millón y medio de seguidores, Lilmiquela es una it girl estadounidense con pedigrí digital hispanobrasileño. Pese a no existir en la realidad física, esta influencer digital es una de las madrinas del movimiento Black Lives Matter e incluso ha grabado música para Spotify.
Como era de esperar, grandes marcas como Prada o Chanel aparecen en el Instagram de Lilmiquela. Pero el dinero se lo lleva su diseñador, el cual ni si quiera ha revelado su identidad real en internet.
Apodada en su Instragram como “la primera supermodelo digital”, Shudu Gram trabaja para empresas como Fenty Beauty de Rihanna. Su diseñador es el fotógrafo Cameron-James Wilson, que un día se le ocurrió crear “la mujer más hermosa” mientras aprendía diseño 3D.
No es la primera vez que personajes virtuales se hacen famosos, pero este tipo de situaciones abren un debate muy interesante sobre el impacto de Internet en nuestras vidas:
¿Acaso preferimos la apariencia virtual perfecta que la complejidad real?
¿Está bien admirar a personajes que ni si quiera existen físicamente?
¿Hasta qué punto nuestra personalidad virtual es parte de nuestra personalidad?
¿Nos hemos convertido en personas digitales?
¿Cómo nos daña la comparación entre nuestra vida real y nuestra vida virtual?
¿Somos capaces de diferenciar entre la vida real y la vida virtual de otras personas?
...
Y ustedes ¿qué opinan?
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