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Todos los mamíferos disfrutan del contacto físico, incluso entre distintas especies y en plena naturaleza
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Todos los mamíferos disfrutan del contacto físico, incluso entre distintas especies y en plena naturaleza
05/09/2018
Todos tenemos necesidad de afecto. Desde el mismo momento del nacimiento se procura poner al recién nacido "piel con piel" con su madre y a partir de ahí, caricias, besos, arrumacos, olores y abrazos. Esas sensaciones táctiles de placer tanto al dar como al recibir, que nos unen a otro y nos proporcionan momentos de felicidad. Todos los mamíferos somos muy dados a eso, y no nos importa que el otro pertenezca a otra especie, por eso tantos compartimos nuestra vida habitualmente con perros y gatos que pasan a formar parte de la familia. A partir de ahí nuestros perros, cada vez que salgamos a la tienda a por pan, al volver a casa nuestro perro se lanzará sobre nosotros como si hubiese pasado un año, dando y recibiendo contacto y cariño sinceros. Y, aunque las malas lenguas sostengan otra cosa, también los gatos. Pero a su manera, claro. Sustituyendo la efusividad y el alboroto caninos por arrumacos de placer felino, siestas juntos y pelajes para acariciar, dando a cambio ronroneos a baja frecuencia que es una de las mejores músicas de la naturaleza.
Hablamos de perros y gatos por ser nuestros compañeros más habituales, pero ya hemos comentado que todos los mamíferos tenemos esa pulsión hacia tocarnos y dejarnos tocar. Y cuando tienes esa experiencia en circunstancias y con animales menos habituales, especialmente en un ámbito salvaje, lo que de por sí ya es siempre una buena experiencia puede convertirse en un auténtico regalo.
Es el caso de este submarinista. El hombre se encontraba en Inglaterra, en aguas de Cornualles, en las Islas Sorlingas cuando se encontró con un grupo de focas. No es habitual que, cuando esto sucede, ellas se acerquen tanto como en esta ocasión, pero menos aún lo es que una de ellas decida entablar conexión y, además de acercarse, establezca y pida contacto físico.
Podemos imaginar el placer de este hombre cuando vio que la foca le estaba pidiendo que le frotase la panza. Unos mimos, en toda regla. Un gesto de confianza maravilloso y una ocasión única en la vida con un animal que jamás ha sido domesticado y que se encuentra en su propio hábitat y rodeado de su familia. La foca quiso que el submarinista la acariciase. Fue su decisión. Simplemente maravilloso.
Es un caso inhabitual, pero no único. Se sabe de multitud de casos en que mamíferos marinos se aproximan, conectan, ayudan e incluso salvan la vida de humanos.
Una de las especies que más frecuentemente interactúan con los humanos son los delfines que se aproximan curiosos a barcos y bañistas. Recientemente en la Bretaña francesa tuvieron incluso que cerrar una de las playas cuando un delfín se aventuró a explorar a los bañistas que allí se encontraban, con tanta intensidad que algunos han interpretado que quería tener sexo con algunas de las personas que nadaban. Esta interpretación ha sido desmentida por investigadores de la Dolphin Research de Australia que explicaron que todo indica que el delfín, que ha sido bautizado como Zafar, se encontraba solo, alejado de su manada y que la naturaleza sociable de estos animales le empujó a tratar de jugar y socializar con los humanos en aquella playa, buscando efectivamente afecto, juego y contacto, algo que los delfines y los humanos necesitamos no sólo desde el punto de vista psicológico sino también físico, sin que necesariamente el sexo sea parte de la ecuación. Y es que hay gente muy mal pensada.
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