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Nunca dejes que el novio haga una coreografía en la boda o sucederá esto

En su afán por lucirse, empieza a ejecutar una serie de saltos mortales hasta caer ¡encima de la novia! Y la pesadilla continúa....

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Nunca dejes que el novio haga una coreografía en la boda o sucederá esto

En su afán por lucirse, empieza a ejecutar una serie de saltos mortales hasta caer ¡encima de la novia! Y la pesadilla continúa....

 

María L. Cid

24/08/2018

Parece un pensamiento de antaño: “Quiero que el día de mi boda sea el más feliz de mi vida”. O de novela rosa o de film romántico de esos que una pareja ve mientras comen del mismo cuenco de palomitas y beben del mismo refresco carbonatado.

Pero el Signo de los Tiempos cambia y las bodas se van haciendo menos tradicionales -allí dónde ello es permitido- y se busca dar un toque de originalidad e incluso espectáculo. El momento de la entrada de la novia en el salón de baile, normalmente del brazo del padrino, suele ser uno de los más esperados.

Suponemos que en la boda a la que pertenecen las imágenes grabadas en este vídeo, también fue planeado así. Como un momento inolvidable. Lo fue, en verdad.

Podemos deducir por lo visto en las imágenes que la coreografía planeada, incluía una serie de saltos acrobáticos del padrino. La novia no parece sorprendida, así que debían haberlo ensayado. Pero hasta el mejor escriba echa un borrón y el mejor saltimbanqui, calcula mal: en una de sus acrobacias, el padrino termina literalmente, cayendo sobre la novia.

El padrino se levanta y al darse cuenta del desastre, intenta ayudar a la nueva esposa a ponerse en pie sobre los arreglos florales que han sido víctimas colaterales de su destreza. Pero como en uno de aquellos cortometrajes de la era del cine mudo, protagonizados por el Gordo y el Flaco o Chaplin, todo va a peor: vuelve a tirar a la novia. Por segunda vez.

Y es que los desastres también pueden ser memorables y claro, no será lo mismo cuando lo recuerden los novios que cuando lo recuerden los invitados. Para unos será menos grave que para los otros. Y el padrino, claro, caso aparte. Va a ser difícil que lo evoque sin sentirse culpable. Tampoco es muy probable que, si esta pareja llega a cumplir los años necesarios juntos, vuelvan a llamarle para la renovación de votos.

Es esa otra tradición a la que se acogen algunos matrimonios y no está de más saber que la mayoría de estas costumbres tienen su génesis en episodios poco o nada románticos: el blanco del vestido de novia, por ejemplo, procede de una imposición de la Reina Victoria de Inglaterra, debida meramente a que ella lo encontraba bonito. El ramo, que se lanza al final de la ceremonia nupcial, procede de la época en la que se daba un ramito de hierbas a la novia porque se creía que funcionaría como amuleto de protección ante las enfermedades, algo digno del pensamiento de un druida. Y el velo… el velo tenía la finalidad de ocultar la faz de la novia al novio en las bodas concertadas, por si la escasez de atractivo físico de esta, impulsaba al novio a huir.

El Amor Romántico es un baúl lleno de trucos y trampas.

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