Una de las mejores cosas de la vida son las sorpresas. Cuando uno es aficionado a la naturaleza y a los deportes acuáticos, debe estar abierto a ese inmenso mundo que habita los mares, lleno de criaturas increíbles, tanto las conocidas como las desconocidas. Pero hay encuentros tan improbables como maravillosos, como por ejemplo encontrarse sobre una tabla de paddle surf (surf remo) y tropezarse con una majestuosa ballena jorobada.

La magpter novaenangliae, la ballena más grande del mundo, un mamímero superior con elaboradas relaciones sociales, clanes familiares estructurados, lenguaje a través de sónar...es casi un animal mítico. La inmensa mayoría de la humanidad jamás tendrá una cerca, ni siquiera aunque practique deportes acuáticos. Hay quienes pagan fortunas por participar en viajes de avistamiento de ballenas. Pero esta persona afortunada, sólo se encontraba flotando en su tabla en las costas de Hawai, cuando fue la ballena la que se acercó, a apenas medio metro de esta mujer, casi al alcance de sus dedos... no podemos ni imaginar la sensación.

Para muchos pueblos antiguos era algo así como un dios, un ser tan magnífico y poderoso que sólo podía ser venerado. Pero también se convirtió en objeto de caza, garantía de supervivencia para pueblos enteros gracias a su carne, y su grasa. Lamentablemente la industrialización optimizó esta caza hasta llevarla al borde de la extinción. Pero ya hace décadas que su caza está prohibida salvo para algunos pueblos que lo hacen de forma tradicional y como parte de su cultura; y existen santuarios y normas internacionales que custodian a este gigante de los mares que, de nuevo, casi idolatramos desde nuestra perspectiva occidental y urbanita.

La afortunada deportista que protagonizó este encuentro es María Emmerich, una nutricionista de gran reputación que por una casualidad se encontró en esta situación tan extraordinaria, tras dar a la ballena un golpe con su remo, el animal emerge ante ella, sube y avanza para observar a la humana, con la calma que da tener casi treinta tonaladas de peso y más de quince metros de longitud. Tras satisfacer esa leve curiosidad, ignora a la mujer y sus gritos nerviosos, gira y se aleja...el océano cubre tres cuartas partes del mundo y es su patio de recreo. En ese mundo, ella pertenece a la realeza y un humano no es apenas nada a sus ojos, un ser que necesita de una tabla para sostenerse en las aguas sobre las que ella reina.

Nos encanta este vídeo, nos seduce y hace soñar con mares poblados por estos magníficos animales. Como una vez fue, como ojalá algún día vuelva a ser.

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