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La niña cocina un pastel con un entusiasmo y pasión absolutamente contagiosos, ¿no es lo más tierno que has visto hoy?
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La niña cocina un pastel con un entusiasmo y pasión absolutamente contagiosos, ¿no es lo más tierno que has visto hoy?
06/09/2018
Hace ya muchos años que la televisión descubrió el atractivo de los programas de cocina. Desde aquellos shows que convirtieron a Julia Child en un auténtico icono americano que ayudó a reforzar la ya impresionante reputación internacional de la cocina francesa, hasta la moderna franquicia de MasterChef de casi cada país del globo o programas de ensalzamiento y preparación de productos locales. Hay auténticas estrellas mediáticas con niveles de influencia no muy distintos a las estrellas de cine y con ingresos económicos similares e incluso canales temáticos dedicados exclusivamente al arte de transformar un puerro en una obra de arte.
Pero en nuestro tiempo de internet y redes sociales, cualquiera puede intentar hacerse con un trozo del pastel...mediático, y triunfar, incluso sin grandes referencias, sin haber estudiado en el Basque Culinary Center o en el Cordon Bleu, sin tener restaurantes con estrella Michelin e incluso sin la mayoría de edad. Es una cuestión de talento y empatía, como la que genera la pequeña Roman, de dos años de edad que cocina con pasión y emoción, acompañada, eso sí, de su madre o algún otro adulto.
En este vídeo podemos ver a Roman ejerciendo de chef y comentando cada paso con entusiasmo: ¡Parece delicioso! ¡Perfecto! ¡Es una locura! exclama mientras elabora un pastel entre huevos, harina azúcar que le van entregando y que ella mezcla sin reparar en tonterías como manchas o pringues.
Además de la elaboración del postre, somos conscientes de que lo que nos atrae es la genuina felicidad de Roman, un estado auténtico de satisfacción y placer absolutos que nuestras neuronas espejo nos permiten compartir, al menos en parte, mientras ella mira a cámara y nos saluda.
Roman está jugando y disfrutando. Y eso es cualquier cosa menos trivial ya que todas las cosas importantes se aprenden así, jugando. Quién puede saber si con el paso de los años, con práctica y creatividad, Roman llegará a ser una gran cocinera, alguien que tenga la fortuna de conjugar la necesidad de trabajar para ganarse la vida, con el ejercicio de una pasión creativa y que, para guinda del pastel, genera placer y felicidad en otros.
Y, si no, para siempre mantendrá el recuerdo de estos buenos momentos compartidos con sus padres y otros adultos de la familia, entre yemas y aromas de canela y limón, y el día de mañana, cuando sea una adulta, cada vez que maneje estos sencillos elementos le sucederá como con la famosa magdalena de Proust, y viajará en el tiempo reviviendo estos recuerdos de la primera infancia que seguramente sabrá transmitir también a las siguientes generaciones que le sonreirán como ella hace ahora desde esta pantalla.
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