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¿Qué es lo que sucede en tu cerebro cuando te enamoras de alguien? La ciencia responde

El amor es un proceso tan físico como psicológico, si no más. Las hormonas determinan gran parte de nuestro comportamiento y nuestro cerebro.

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¿Qué es lo que sucede en tu cerebro cuando te enamoras de alguien? La ciencia responde

El amor es un proceso tan físico como psicológico, si no más. Las hormonas determinan gran parte de nuestro comportamiento y nuestro cerebro.

 

María L. Cid

19/04/2018

Estamos educados para pensar en el enamoramiento como un proceso psicológico. Tanto cuando somos sujetos partícipes de la pareja como en el papel de meros espectadores, la cultura nos avoca a pensar en elementos espirituales y nos distrae del hecho fundamental de que somos animales, mucho más condicionados por nuestros instintos y nuestra bioquímica de lo que nos gusta pensar.

Abundan los estudios que han tratado de determinar el proceso exacto del enamoramiento y las reacciones que produce en los seres humanos. Trataremos de despejar algunas claves que nos ayuden a entenderlo mejor.

En los primeros estadios juegan un papel importante dos hormonas: la testosterona en los hombres y los estrógenos en las mujeres, se activan en grandes dosis provocando dilatación de las pupilas, incremento de la presión sanguínea y aceleración del ritmo cardíaco. La testosterona y los estrógenos son hormonas extremadamente poderosas que nos afectan de forma muy palpable tanto a nivel físico como psicológico e inician un proceso programado hacia la procreación.

En una segunda fase se activa un neurotransmisor segregado por nuestro órgano sexual más importante, el cerebro. La dopamina fluye provocando sudoración y sequedad en la boca, enfoca la irrigación sanguínea hacia los genitales e induce la excitación sexual y afecta a la interpretación que el cerebro tiene de cuanto percibimos a través de los sentidos. Estamos más despiertos, tenemos más energía y necesidad de algo incierto que no es más que la necesidad de más dopamina en una trampa bioquímica llamada “circuito de recompensa cerebral” similar a la de un adicto: si hacemos lo que nuestro cerebro demanda- dejarnos llevar por una conducta encaminada a la reproducción- nos proporciona una recompensa, y nos hace felices.

Otro elemento bioquímico que entra en juego y forma parte de este tumultuoso proceso interno es la norepinefrina, que actúa como estimulante natural. Por su parte, la feniletilamina, otra hormona, también empieza a producirse en grandes cantidades y, de nuevo, altera nuestra percepción de la realidad produciendo sensaciones similares al vértigo o a un ligero embriagamiento. Otra hormona, oxitocina, contribuye a los cambios físicos (es la hormona responsable del desencadenamiento del parto) y al circuito de recompensa que nos hace sentir mejor cuanto más nos entregamos al juego de la seducción, un camino hacia el apareamiento que es lo que nuestro cerebro instintivamente busca.

Pero, en esta especie de engaño genético en el que nos hemos visto envuelto, no sólo estamos programados hacia la procreación, sino también hacia la supervivencia de la progenie y la nuestra propia. Por eso nuestro cuerpo emite hormonas que potencian el apego y el cariño, la oxitocina y la vasopresina, que recompensan actitudes de clan. Un tipo de amor que va más allá de la sexualidad y que , si bien algunos estudios señalaban que tiene una fecha de caducidad entre los cinco y siete años, los últimos estudios desarrollados en la Universidad Cornell de Nueva Yor por Bianca Acevedo, indican que pueden desembocar en un amor plácido, estable y prolongado en el tiempo, caracterizado por sensaciones de bienestar y calma que nos hacen ser más nosotros mismos, una vez superada la montaña rusa hormonal a la que nos someten nuestros instintos ancestrales.

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