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Además de percibir el sufrimiento del pobre perro hizo algo para aliviarlo ¿qué procesos cerebrales se esconden detrás de este gesto compasivo?
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Además de percibir el sufrimiento del pobre perro hizo algo para aliviarlo ¿qué procesos cerebrales se esconden detrás de este gesto compasivo?
07/09/2018
Todos los seres vivos merecen compasión, aunque en nuestra ajetreada sociedad muy pocos son capaces de salir de su rutina mental y percatarse de que alguien necesita ayuda. Por eso Luke Carlin, el protagonista de este vídeo, se merece un reconocimiento.
Mientras trabajaba en un supermercado de congelados llamado Iceland en la ciudad de Finaghy (Irlanda del Norte) comenzó a llover con fuerza. Como se puede observar en las imágenes, algún cliente había dejado fuera a su perro atado a una barandilla y la tormenta lo estaba empapando.
Perro empapado bajo la lluvia en Ontario, Canadá. Fotografía: Overture Creations
En ese momento Carlin no lo pensó dos veces y dejó su puesto para ofrecerle al perro la chaqueta de su uniforme con la esperanza de que le protegiese un poco de la lluvia. Más adelante Carlin contó a los medios que incluso una compañera suya también decidió salir bajo la lluvia rato después para finalmente poner al pobre perro a cubierto.
El gesto de estos dos jóvenes es ciertamente conmovedor, pero ¿qué sucedió dentro de sus cerebros para que al entender el sufrimiento del perro decidieran hacer algo para aliviarlo?
La compasión es un sentimiento que parece derivar de la empatía, aunque científicos de la Universidad de Colorado han publicado un estudio que desvela que los circuitos cerebrales que se activan al empatizar con la emoción ajena y al compadecernos son distintos. En realidad ambos procesos son dos caras de una misma moneda, pero como dice el coautor del estudio Tor Wager:
"El cerebro no es un sistema por módulos donde haya una zona encargada de la empatía. Se trata de un proceso distribuido"
Mediante un escáner cerebral, estos científicos descubrieron que al encontrarnos con el sufrimiento ajeno primero el cerebro activa las regiones encargadas de comprender nuestro propio estado mental y físico. Es decir, primero el cerebro se identifica con la emoción ajena y simula dicha experiencia como si fuera propia.
Entonces surge en mayor o menor grado un sentimiento de compasión que implica simpatía o ternura y que nos impulsa a buscar una manera de aliviar ese sufrimiento ajeno. Aunque si la angustia que nos despierta la empatía es demasiado grande, puede ser que colapsemos y no seamos capaces de reaccionar compasivamente.
En el caso de Carlin y su compañera de trabajo, ambos saben lo que se siente cuando uno se empapa bajo la lluvia y comienza a tiritar de frío, por eso se sintieron mal al ver al pobre perro aguantando el chaparrón.
Afortunadamente, esa identificación con el padecimiento del animal derivó en compasión, lo que llevó a Carlin a ofrecerle su chaqueta al indefenso perrito. Aunque la situación era triste, no superaba los límites de angustia de estos dos jóvenes y por eso pudieron actuar desde el corazón.
Este estudio también demostró que aunque cada persona vive las emociones de manera distinta, los patrones cerebrales que se activan durante la empatía son extremadamente similares en todos los cerebros humanos.
Parece ser que la ciencia nos demuestra que estamos condenados a entendernos y querernos, incluso con aquellos seres vivos que no son de nuestra especie.
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