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Este experimento podría determinar si un niño tiene autismo para que así pueda llegar a ser tratado
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Este experimento podría determinar si un niño tiene autismo para que así pueda llegar a ser tratado
05/06/2018
Gracias a esta técnica innovadora, los psiquiatras podrán diagnosticar el Trastorno del Espectro Autista (TEA) de forma mucho más fiable mediante el estudio de la dilatación de las pupilas del paciente ante unos estímulos visuales específicos.
Según el equipo de investigación de La Universidad de Pisa responsable del proyecto, las personas con autismo son propensos a fijarse en los detalles y obviar la visión en conjunto. De esta forma, presentando la ilusión óptica que podéis ver en el vídeo ante el sujeto, su interpretación aporta datos relevantes que se pueden incorporar al diagnóstico.
La figura en cuestión consta de dos capas de puntos de colores diferentes que se mueven en direcciones contrarias dentro de un cilindro imaginario. Como un “cerebro normal” está programado para entender la imagen en su conjunto a pesar de percibir el engaño, la clave está en identificar a los pacientes que ven dos capas deslizándose una sobre otra, en lugar de una columna de puntos completa.
Partiendo de esta base, la metodología monitoriza el estado de las pupilas durante la prueba: Si éstas parpadean es que están ajustando los dos tonos de luz que integran el cilindro; por tanto, el paciente está mirando ambas capas separadamente.
Prueba para definir el autismo
El reconocimiento de este proceso vinculado a la gestión sensorial propia de los autistas es, en palabras de los investigadores, “un buen punto de partida” para esclarecer si verdaderamente se padece TEA o si se trata de un falso positivo. Ni que decir tiene, también es necesario valorar el resto de la sintomatología asociada a este trastorno, es decir, las deficiencias en la comunicación e interacción social y los patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento.
En definitiva, el carácter complementario de esta prueba no le otorga una autoridad concluyente, aunque dada la dificultad que conlleva diagnosticar el TEA por la gran diversidad de grados que presenta, podría convertirse en una herramienta imprescindible para los psiquiatras especializados en este trastorno neurobiológico que afecta a 1 de cada 160 niños.
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