Los habitantes de Lazimi, un pueblo chino de montaña del suroeste de China, tienen que colgarse en tirolina para cruzar el río Nujiang cada vez que necesitan hacer la compra.

En ausencia de un puente en condiciones, los residentes de éste y otros 20 municipios cercanos han de “jugársela” en el aire para conectarse con la civilización o volver de ella.

Así, Cha Huilan —la mujer del abrigo rojo— y su hijo de dos años, entran y salen de su pueblo de esta forma tan rocambolesca. Aunque no les queda otra, ya que la madre de Cha está enferma y requiere de medicación exclusiva regularmente.

Resulta estremecedor ver a madre e hijo en volandas desplazándose de una orilla a otra, sin embargo, tanto ellos como el resto de afectados tiran de la resignación y se agarran fuerte a la cuerda.

"Si construyen un puente, bien..., pero por ahora no podemos hacerlo de otra manera"

Mujer ata a su hijo para tirarse en tirolina

Está claro que en China saben adaptarse, pero lo curioso es los vecinos de Beijing o Shanghai disfrutar de las mejores infraestructuras del país y servicios propios de países súperdesarrollados mientras los pobladores de la china rural se las arreglan para hacer algo tan básico como ir al mercado.

En general, las desigualdades de riqueza entre los urbanitas y las personas que viven en los pueblos son notables en todos los países, aunque esta circunstancia se percibe de manera muy acusada en China. Tanto es así que en el seno del gigante asiático se dan los mayores desequilibrios de ingresos del mundo y la inversión en carreteras y puentes sigue igualmente ese patrón de distribución marginal.

Mujer se prepara para tirarse en tirolina

Afortunadamente esta brecha se viene revirtiendo desde el año 2008 y según los expertos es un fenómeno clásico asociado a una revolución industrial o tecnológica como la que ha vivido China en los últimos años y suele equipararse con el tiempo.